Llantos, gemidos, gritos, sirenas, auxilios, desesperación …, días de
sufrimiento vivirán en la memoria de
miles de cubanos. Así se torno el mediodía
del 18 de Mayo de 2018, en toda mi
nación, al ocurrir la tragedia aeronáutica
en las inmediaciones del Aeropuerto José Martí en la Ciudad de la Habana.
Ante el dolor por la pérdida irreparable e inesperada de
familiares, amigos, conocidos, el pueblo desprendido y despojado de todo
temor al riesgo que corría, y enfrentándose
al inminente hecho, acudió resuelto al lugar del siniestro aéreo.
Solidaridad, hermandad, ayuda, fueron brindadas en pocos instantes por vecinos y
transeúntes, demostrando y a la vez descubriendo el inmenso amor que se profesa
al prójimo, junto a la máxima dirección del país, con la seguridad de que se
haría cuanto fuera preciso.
Cada cual hizo lo
que debía y correspondía, con disciplina y organizadamente. Para quienes
tenemos fe nos mantenemos en oración la cual nos permite sostener y ser sostenidos en las
tempestades que inesperadamente sobrevienen en nuestras vidas y con toda certeza de que nuestro Jesús los
acoge en su regazo paternal para su descanso eterno.
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