La lluvia, el frío, las
condiciones climatológicas que calman el
intenso calor, por estos días; o quizá las altas temperaturas que caracterizan al territorio oriental de Cuba, o,
también, el tiempo que ha pasado hasta hoy hubieran podido borrar todo vestigio de aquella inolvidable página de la historia, como el 12 de enero de1869, pero no es así.
No solo quedaron cenizas de aquel trágico acontecimiento ocurrido en Bayamo, en la actual provincia de Granma; en mi ciudad, donde la mayoría de sus pobladores aceptó la
decisión de lo
insignes patriotas, de quemarla antes que entregarla al enemigo.
Según estudios sobre ese
hecho, las llamas arrasaron
más del 80 por ciento de las
construcciones, expresa el arquitecto Rafael
Rodríguez, pero a pesar de la magnitud
del suceso, en un colindante de la legendaria Plaza del Himno se conservan testigos
materiales de la quema, parte de la Iglesia San Salvador de Bayamo, la
Catedral, específicamente, la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, que
no fue destruida durante el incendio.
Asimismo, nos legaron esos valores de desinterés por lo
material, patriotismo, esa lealtad a la
los cimientos de la nación,
coraje.
Bayameses, cubanos en general, recordamos orgullosos este pasaje de nuestra
historia que nos hace genuinos continuadores del devenir simbólico de rebeldía.