Vuelve a nuestros rostros el reflejo de aquellos días de apenas hace un
año, de realidades que vivimos y no aceptamos fácilmente.
Llega noviembre
y con él se acoplan y fijan las miradas en un solo rostro: FIDEl; humedecen los ojos, comprimen los pechos, fruncen los semblantes y hasta se
aprietan los labios y nos preguntamos, ¿por qué tenía que ocurrir?
Sentimos el mismo dolor
inmenso, profundo de aquel 25 de noviembre, dolor de un pueblo que lo aclama,
respeta y honra, un pueblo que lo lleva adonde quiera que va, sin temor
ninguno, y con la certeza de que triunfará, porque así nos enseñó, un pueblo
con un gran compromiso con la historia, que se llama FIDEL.