Los abuelos forman parte importante de toda familia; son
por la edad avanzada los más débiles y
delicados, quienes dependen de nosotros
para realizar cualquier actividad, pero guardan en sus vidas algo maravilloso
y mágico, la experiencia, esa que nos atrapa horas y horas manteniéndonos más atentos que un niño en su primer día de
clases.
Este domingo celebramos los 86 años de mi abuela materna a
quien todos llamamos Mamituty, pues ella es la mamá de mi tía menor a quien le
conocemos como Tuty, vea usted que
asociación más ocurrente, de otra forma creo no sabríamos como hacerlo, por lo
menos a los más cercanos, otros le dicen Cachi pues su nombre es Caridad Enconnida.
Mami-Tuty mantiene su carácter alegre y muy sociable, dispuesta siempre a establecer una conversación
con todo el que se le acerque, encantándonos
con sus anécdotas de su niñez y juventud, cuando al decir de ella debía de tejer unos
cuantos sombreros al día para ayudar a sus padres al sustento de la familia, algo numerosa, también de cuando cada
uno de sus siete hermanos iban a ordeñar
su vaquita, que la de ella le llamaba mariposa, de muy buen rendimiento lechero, de los días
de la semana en lo que distribuían las
labores domésticas: uno para lavar, otro para planchar con almidón, por
supuesto , otro para coser y zurcir tarea que se turnaban entre las hermanas,
pues era de las cosas que no les agradaba realizar, ….., que tiempos aquellos, con la vorágine de estos
días como haríamos ahora. Con su tono de voz nos abre la máquina del tiempo y nos
vamos 80 años atrás.
Le cantamos felicidades, picamos cake, disfrutamos de una agradable tarde de domingo
y sobre todo dimos gracias a Dios por tenerla entre nosotros a pesar de su insistencia
en saber en qué siglo nació si fue el XIX o en el XX.